Crea roles claros para crear, aprobar y ejecutar flujos. Concede solo el acceso estrictamente necesario y revisa permisos periódicamente. Registra quién cambió qué y cuándo, con trazabilidad exportable. Establece un proceso ligero de revisión por pares para cambios críticos y un entorno de pruebas separado. Define estándares de nomenclatura y convenciones de etiquetas para encontrar activos rápidamente. Esta disciplina mínima reduce errores accidentales, facilita el traspaso entre personas y convierte las auditorías en simples verificaciones rutinarias.
Mapea dónde se capturan, procesan y almacenan datos personales. Habilita cifrado en tránsito y reposo, aplica retención limitada y anonimiza cuando sea posible. Verifica ubicaciones de servidores y cláusulas de tratamiento de datos del proveedor. Documenta consentimientos, derechos de acceso y eliminación. Establece alertas ante actividades inusuales y políticas de respuesta a incidentes. Comunica con transparencia a tus clientes cómo se resguarda su información. La claridad genera confianza y reduce riesgos legales costosos e inesperados.
Cada flujo crítico debe tener un propósito, propietario, diagrama actualizado y procedimientos de recuperación. Usa versionado para comparar cambios y permitir reversión rápida si surge un fallo. Automatiza respaldos y pruebas de restauración periódicas. Define sustitutos para ausencias, con accesos y guías listas. Un registro de dependencias entre flujos, APIs y credenciales evita interrupciones encadenadas. Con estas prácticas, las mejoras continuas no amenazan la operación diaria, y los incidentes se resuelven con orden, evidencias y calma.